jueves, 5 de abril de 2012

She bangs the drums.

(21:37) Entré al bar que hacía tanto que no pisaba. El mismo olor de antaño, el mismo tropezón con el escalón. También, como de costumbre, sonaba Sabina y en su honor me acerqué a la barra y decidí pedirme un whisky, pero sin soda. Y me acerqué a aquel sofá, el del rincón. La luz seguía fundida, el hueco en el asiento izquierdo y las manchas en la tapicería. La mesa continuaba rallada y el hueco de la esquina derecha seguía quemado.
Resultaba irónicamente reconfortante, que todo aquello no hubiera cambiado un ápice desde la última vez. Resultaba irónico ver que tras el caos que vivieron nuestras vidas después de aquella última vez todo aquí seguía en orden. Quizá, si hubiera vuelto antes me habría parecido una broma macabra, pero extrañamente me sentía bien. Me alegraba ver cómo, mientras nada había cambiado a mi alrededor yo sí que lo había hecho. Siempre pensé que lo que nos hace madurar no son los errores, sino las heridas, esas que no curan pero dejan costra y es esa misma costra la que te hace más fuerte. Las cosas ya no son como antes. Ya no busco amores eternos, sino temporales y pasajeros, de esos que pasan y no dejan huella. Aprendí a dejar de lado los compromisos y asumí que la felicidad no existía, pero el sentimiento de libertad era bastante semejante.
Pero casi sin darme cuenta las horas pasaron. El whisky iba acabándose y los hielos derritiéndose. Regresé a la barra, pedí la cuenta y me largué.
Casi se me olvida decirte que ahora sí, el lugar ya no es el mismo: Sonaban los Stone Roses, el sofá tiene un hueco nuevo, y volvió a llover, pero esta vez no llevaba paraguas.


The past was yours but the future's mine, you're all out of time