Se supone que ahora llega el momento de hacer esa típica lista de propósitos de año nuevo. Saldré todos los días a las ocho de la tarde a correr por la orilla del río y además me apuntaré al gimnasio: prometo no fallar ningún día, no volveré a cometer los errores de este año, no cometeré excesos, fuera grasas y fuera malos rollos, estudiaré chino y ya de paso árabe, hincaré los codos como nunca y, por supuesto, terminaré ese coleccionable odioso que sacan todos los eneros. La típica y ridícula lista. Esa misma que este año me he propuesto tirar a la basura y quemar y luego, ya de paso, hacer volar sus cenizas. Por que no me da la gana hacer un planning de cómo voy a ser estos próximos 366 y porque al final la cabra tira p'al monte. Porque a lo mejor algún día llueve y no me apetece salir a mojarme, porque puede ser que el chino y el árabe no vayan conmigo o porque, qué coño, me gusta pegarme atracones a horas indebidas, beber y gandulear. Que bastante tengo con que unos desconocidos recorten mi futuro como para empezar a hacerlo yo, y que si los mayas aciertan y este año se acaba el mundo, quiero que por lo menos, me arrepienta lo menos posible de las cosas que no he hecho.
Y no, tampoco voy a hacer una lista de lo mejor y lo peor de ese 2011. Lo pasado pasado está y con lo bueno me quedo, que todas las caídas y sus respectivas heridas me han enseñado el camino que he de escoger de ahora en adelante.
Brindemos esta noche, por un año más, un año menos. Y a seguir sumando, que nos lo hemos merecido.
Y no, tampoco voy a hacer una lista de lo mejor y lo peor de ese 2011. Lo pasado pasado está y con lo bueno me quedo, que todas las caídas y sus respectivas heridas me han enseñado el camino que he de escoger de ahora en adelante.
Brindemos esta noche, por un año más, un año menos. Y a seguir sumando, que nos lo hemos merecido.
Subimos hasta el cielo, caímos hasta el fondo,
lo apostamos siempre todo
bailando,danzando entre los muertos
al son de los cascabeles.