miércoles, 5 de septiembre de 2012

Encuentros nocturnos a medianoche, Parte I.

Sentada en el diván de los huesos rotos todo y nada se hace más reconfortante. Pero aquí nadie me conoce, y me siento bien. Tú tampoco, aunque no me creas y aunque creas que, a veces, puedes ver a través de mi piel desnuda. Tú, que ves mis entrañas, mis venas, mis latidos y te pierdes en ese laberinto que tengo por corazón. Un corazón-coraza, como decía Benedetti, para ser más exactos. Un corazón que en su día, frágil y débil, quedó noqueado, y desde entonces me he dedicado a ir recomponiéndolo en los mil y un pedazos que quedaron de él. De darle un par de capas de pintura, para que al menos, pareciera nuevo. Pero sobre todo de proteger de las embestidas que el destino se encarga de propinarle. Ya no creo en nada ni a nadie. Me volví agnóstica por necesidad y aquí me ves, sola, bebiendo minutos de placer, buscando abrazos en contenedores que me hagan sentir bien, palabras que me adulen el cerebro, me lobotomicen y así, me deje llevar.
 Pero a quién pretendo engañar. Por muy entera que me veas, por muchas corazas que me ponga alrededor, la podedumbre se asentó en mis huesos y a penas puedo mantenerme en pie, y por muy fuerte que quiera parecer, estoy y siempre estaré rota, ganada y vencida. Y por mucho que intente apartar a la gente de mi alrededor, aún queda una pequeña parte de mí que pide que te quedes, que se ahoga, que se muere por beber algo de cariño. Pero la vida, mi vida, es así. Un conjunto de retales e historias incompletas, de recuerdos de noches estrelladas y de suspiros que se hunden, como un barco a la deriva y no hacen nada por salir a flote.

1 comentario:

  1. ¿Dónde coño me habría metido para no haber visto aún este blog...?
    Es fascinante, felicidades, ya tienes un seguidor más ;)

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