domingo, 21 de abril de 2013

La mecánica de la vida.


Dicen que pasamos toda una vida buscando nuestra media naranja, esa persona que encaje perfectamente con nuestras aristas, nuestros ángulos complementarios. Algunos sostienen que esa mitad es nuestro yang, que, haciendo un símil físico, somos como los polos opuestos de dos imanes que se atraen. Y esa es una de las mayores mentiras más ampliamente aceptada que se haya formulado jamás. En la práctica son los polos iguales los que se atraen, los que se buscan. Y da igual la distancia a la que se encuentren tales polos. Su magnetismo es más fuerte que el de cualquier imán que haya pisado la faz de la tierra. Cuando ambos polos se ponen en contacto por primera vez, sus electrones inician un movimiento frenético, sus campos magnéticos chocan con tanta fuerza que quedan aturdidos y pueden pasar varios días, e incluso meses, hasta que recuperen la consciencia. Pero una vez recuperada continúan así, orientados hacia un mismo objetivo, buscando incansablemente su norte, luchando contra las fuerzas antagónicas que los mantienen en tensión cuando notan lejos ese otro polo, porque todas las fuerzas van destinadas a volver a sentir esa unión; es la única forma mediante la cual sentirse cómodo de nuevo. Y una vez sucedido esto, los imanes mantienen su campo magnético para siempre, a menos que sufran un golpe de gran magnitud o se les aplique cargas magnéticas opuestas.
Pero seamos realistas, la teoría siempre ha sido más fácil que la práctica.

Now that you've made me want to die
You tell me that you're unboyfriendable
And I could make you pay and pay
But I could never make you stay

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